la frase del mes

"La física es como el sexo. Seguro que tiene una utilidad práctica, pero no es por eso que lo hacemos" Richard Feynman

Todos los gatos pardos

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Y nuestra mascota agazapada entre sus colegas negratas también.
Se enciende la luz cuando ante el espejo uno quiere comprobar si el color de sus pantalones pega con el de sus zapatos; cuando recién levantado se asegura de no haber enfundado otra vez el pie derecho en un calcetín azul marino y el izquierdo en uno rojo chillón... de noche, todos los gatos son pardos. La razón reside en lo más profundo de nuestro ojo, en la retina.

El ojo funciona en un determinado rango de validez en longitudes de onda y en intensidad más allá del cual resulta inútil.

Como ya se refirió en un artículo anterior, la radiación electromagnética -esa que nos calienta los platos precocinados en el microondas, la que nos permite escuchar la radio, contra la que nos advierten al tomar el sol...- incluye un intervalo captable por el ojo humano conocido por el nombre de espectro visible. Es la región sobre la que se extienden los colores del arco iris. Por debajo de esta región -infrarrojo- nada es percibido; tampoco por encima -ultravioleta.

Pero no es ésta la restricción que nos impide distinguir el color de nuestros calcetines, sino la que impone el rango de validez en intensidad. Por motivos de construcción, todo instrumento de medición viene caracterizado por unos valores umbrales de la magnitud que pretende medir: un valor mínimo, por debajo del cual el aparato no ofrece respuesta, y un valor máximo, superado el cual el aparato tampoco proporciona medida o no proporciona una medida fiable.

A los receptores ópticos les ocurre lo mismo, pero con la intensidad de la luz. Dependiendo del aparato, a bajas intensidades no ofrecen respuesta, es como si no recibieran luz. Igualmente, dependiendo también del aparato, a muy altas intensidades la respuesta que ofrecen no es fiable: ofrecen la misma respuesta bajo la incidencia de una intensidad más alta que su valor umbral superior que bajo la incidencia de una intensidad mil veces mayor. Un esquema de los conceptos introducidos sería el siguiente:

El ojo humano dispone de una distribución de células fotosensibles en su retina. Todos hemos oído hablar de los conos y los bastones. Los primeros se encargan del discernimiento cromático mientras que los segundos sólo proporcionan impresiones acromáticas. Gracias a los primeros vemos en color; si sólo contáramos con los segundos veríamos el mundo en blanco y negro.

La respuesta de unos y otros viene determinada por los pigmentos que los recubren y la reacción que éstos inician al recibir la luz incidente según su contenido espectral, de ahí que existan tres tipos de conos: unos se excitan bajo la incidencia de las largas longitudes de onda del especro visible -los colores rojizos-; otros, bajo la incidencia de las longitudes medias -verdes- y los últimos bajo la de las cortas - azulados/violáceos. Según la teoría de Young y Helmholtz, basta con la superposición equilibrada de estos tres estímulos para la interpretación de todos los matices cromáticos que somos capaces de percibir. La llamada visión tricromática es compartida por los primates. Otros mamíferos se manejan con una visión dicromática -cuentan con dos tipos de conos- mientras que aves, reptiles y peces incluso pueden aventajarnos con una visión pentacromática.

Otra de las diferencias entre conos y bastones es su sensibilidad. Los conos requieren de un valor umbral de intensidad lumínica superior a la de los bastones para iniciar los procesos fisiológicos que nos permiten percibir el color. En otras palabras, los bastones funcionan a bajas intensidades; los conos, a altas. En una habitación de iluminación tenue, la intensidad es insuficiente para excitar los conos, pero no para activar los bastones. Nuestros receptores acromáticos no nos fallan en tales condiciones y posibilitan la percepción de una imagen, eso sí, en blanco y negro. Con el aumento de la intensidad, al encender la luz, los bastones dejan de funcionar -se traspone su umbral superior - y delegan en los para entonces activados conos, que nos ofrecen entonces una versión coloreada del habitáculo.

3 comentarios:

Fran dijo...

Muy bueno, la verdad es que alguna vez había pensado que me costaba distinguir los colores en la oscuridad porque la vista empieza a fallar...

jejeje

Anónimo dijo...

Fran, eso es que vas ciego... ;)

Jorge Escalona dijo...

ME ENCANTA ESOS GATOS SON TAN HERMOSOS DIGAME LOS NEGROS AY NO ESQ ME MATO CUANDO VEO UN GATO NO HAY TANTA ODSECCION COMO LA Q YO TENGO POR UNO