la frase del mes

"La física es como el sexo. Seguro que tiene una utilidad práctica, pero no es por eso que lo hacemos" Richard Feynman

El efecto Hutchison

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John Hutchison es un físico aficionado. Un señor inventor. Eso es, un señor inventor, con toda la excentricidad de que pueda salpicarse esta condición ostentada a lo largo de la historia por sabios, genios, visionarios, locos y, por supuesto, sinvergüenzas.

John Hutchison comparte con 877.000 personas la circunstancia de residir en Canadá, pero con ninguna de ellas la de lucir un balcón atestado de antenas y grisáceos aparatos imposibles de identificar. Es un hombre adelantado a su tiempo y por eso su casa no podía ser sino un laboratorio en el que los electrodomésticos se estiban atemorizados entre voluminosos dispositivos y osciloscopios caseros. El cableado podría alfombrar el piso pero por suerte, y por el bien del hombre acostumbrado a pocos cambios y en todo caso dosificados, el núcleo de su maquinaria científica se contiene en una especie de sótano impracticable en el que se dan cita los experimentos más increíbles imaginados por el hombre. John Hutchison no teme a las cámaras. No sería correcto calificarlo de showman pero acoge sin reparos a los reporteros para demostrarles que el arquetipo de calculín retraído no va con él. Pasen y vean.


Ni siquiera el propio John Hutchison sabe qué sorpresas depara su apartamento


Nuestro genio de hoy ha descubierto el secreto de la levitación. Si se le pregunta cómo, admite no saberlo. Su logro parece haber nacido de un destello de lucidez y algo de casualidad. Por así decirlo es una serendipia con algo de eureka, un eureka que de pura envidia haría al propio Arquímedes cortarse las venas en su miserable bañera. Mediante la manipulación de campos electromagnéticos generados en su sala de estar a la hora del té, John Hutchison es capaz de levantarlo todo. Es lo que se llama "efecto Hutchison".


Aquí lo tenemos fardando de equipo

De alguna manera, cualquier objeto presente en las regiones del espacio alcanzado por su cóctel electromagnético levita, cualquiera que sea su estructura y composición. Papel de plata, hielo, botellas de plástico, metal misteriosamente fundido, cd's, escobas, pinzas para el pelo, alicates, platos, tapaderas de tupper-ware...








El de arriba es un vídeo confeccionado por él a cámara fija. No sabemos el motivo por el cual no nos quiere mostrar qué hay por encima del borde superior del campo visual que abarca. Es celoso de su hallazgo y no le gustaría que le copiáramos el invento, aunque cuando ante las cámaras de televisión acepte realizar demostraciones en directo mostrando buena voluntad: Hutchison se pone manos a la obra, conecta algunos cables, enciende lucecitas por doquier y gira algunos selectores guiado por la intuición... entonces las cosas fallan...

Txé, quina mala foia. Antes iba, ¿eh?

No os preocupéis. A Hutchison podéis echarle en cara sus greñas, pero no falta de vídeos. El más espectacular sin duda alguna es éste en el que hace levitar un mini platillo volante, amigos de lo misterioso. La siguiente imagen es una captura del mismo. Sobre qué pinta el hilo en la parte superior izquierda, la comunidad científica no se ha pronunciado todavía.

Ay, Hutchison, Hutchison...

Y es que Hutchison es un apasionado de los Expedientes X y asegura haber dado con el principio de levitación de nuestros vecinos galácticos. Alternaba la lectura de clásicos del electromagnetismo como el Jackson con el visionado indiscriminado de las aventuras de Mulder y Scully. Esta actividad desarrolló en él una capacidad de retención tal que no necesita anotar ningún detalle sobre sus experiencias de modo que, como dice, no conserva información alguna que ayude a reproducir sus experiencias, una de las premisas de cualquier experimento científico.

A no pocos grandes de la historia de la ciencia el mundo ha tratado como a locos. Pero Hutchison, a diferencia de ellos, desconoce algo que tarda mucho en ganarse y se puede perder en lo que dura un vídeo de un ovni de juguete, esto es, la fiabilidad y la respetabilidad.

A pesar de lo dicho, quiero ser como Hutchison.

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*P.D.: La redacción de este artículo fue motivada por un documental emitido en la Sexta y al parecer producido por la National sobre el Triángulo de las Bermudas en el que aparecía este peculiar personaje. La web alberga abundante información sobre el efecto Hutchison, que parece ser tomado en serio. El tono, así como el contenido del presente artículo, sólo corresponden a la opinión personal de su autor. Disculpad la baja frecuencia con que publicamos. J. Salvador


Los objetos fractales

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La copa de un pino no es un cono. Una coliflor no es una esfera. Aproximar una vaca por una esfera sólo deja anchos a los físicos. Para que los objetos de la naturalezan adquirieran la suavidad de las formas geométricas clásicas, alguien debería armarse de paciencia y darles a todos un buen planchado. La realidad es rugosa y, si nos ponemos tan quisquillosos, indescriptible según la matemática que todo el mundo ha estudiado de integrales y derivadas.

Pero más allá de esto, si uno observa el pino o la coliflor que hemos mencionado durante un rato, no tarda en percatarse de que el crecimiento de ambos parece haberse gobernado por una sencilla ley de autorreplicación: de un tronco principal brotan varias ramas, de cada rama, otras ramas, de éstas últimas, otras ramitas... hasta llegar a la hoja donde los nervios se bifurcan de una manera similar. ¡¿Dónde está la autorreplicación?! ¡Salvo en concepto de crecimiento, la rama de un árbol no es réplica del árbol entero...! Cierto, quizá más convincente resulte el ejemplo de la coliflor. Tómese una coliflor entera. Pártase por la mitad y compárese con la primera, sin considerar el tamaño sino sólo la estructura ¿no podría pasar media coliflor por una entera?. Repítase el proceso, ¿no podría pasar un cuarto de coliflor por una entera? ¿Y si lo repetimos cien veces? En este punto ya nadie nos vende la fracción de coliflor como coliflor entera, pues la semejanza se empieza a perder.


Aunque la naturaleza nos falle al límite, la idea de la táctica de autorreplicación en el crecimiento no se nos escapa a nadie.

La segunda mitad del siglo XX alumbró la matemática fractal: la matemática de los objetos autosemejantes, esto es, figuras -dibujos- que se construyen siguiendo un proceso iterativo sobre sí mismas y el resultado de cada iteración, de modo que a cualquier escala, cualquier porción de dibujo es exactamente igual al dibujo completo.

Para comprender estas cuatro líneas recurrimos a un ejemplo clásico, el triángulo de Sierpinski*:

Dibújese un triángulo equilátero -etapa 1. Márquense los puntos medios de cada lado y sirvan éstos de vértices de un nuevo triángulo, que "se recorta" -etapa 2. En los tres triángulos que quedan se repite el proceso por separado y resulta la etapa 3 (obsérvese aquí ya la autosemejanza de los tres triángulos recortados con el total). Si se repite con los nueve triángulos el proceso se obtiene la etapa 4. Y así hasta cuando queramos. Esto es un objeto fractal.

Otro ejemplo clásico es el del fractal de Koch, del que adjuntamos el proceso de construcción y un gráfico que hace referencia a la autosemejanza.



La fractalidad parece un simple divertimento matemático, pero en su tratamiento más formal brinda la herramienta idónea para el tratamiento de objetos de dimensión compleja -esto es, cosas que no son puntos, líneas, planos, volúmenes lisos...- y empieza a abrirse camino en áreas como la de la salud o las finanzas.
Os dejamos un artístico viaje a las entrañas del famoso fractal de Mandelbrot, principal precursor de esta nueva matemática que quizá en un futuro no muy lejano tenga no poco que aportar. Bienvenidos al mundo de lo infinito.




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*imagen capturada de la Wikipedia
**Mandelbrot tiene publicados tres libros divulgativos al respecto. Según tengo entendido, no son, aun así, de lectura ligera.